21 de Octubre de 2024
La vida de Isabella Boyer es digna de una novela apasionante. Nacida en París, hija de un chef pastelero de origen africano y una madre inglesa, Isabella creció rodeada de diversidad cultural. Su nombre, que evocaba belleza y grandeza, parecía anticipar un destino extraordinario. Desde joven, su hermosura llamó la atención.
A los 20 años, Isabella se casó con Isaac Singer, el célebre fabricante de máquinas de coser, quien ya tenía 50 años. Tras la muerte de Singer, Isabella heredó una fortuna que la convirtió en una de las mujeres más ricas del país. No sorprende que su imagen fuera elegida como inspiración para la Estatua de la Libertad, ya que representaba el sueño americano. Demasiado joven para quedarse estancada en su viudez, Isabella comenzó a viajar por el mundo, buscando nuevos conocimientos y aventuras.
Más tarde, contrajo matrimonio con Victor Robstett, un célebre violinista holandés y conde, lo que la convirtió en condesa. Isabella pronto se transformó en una figura prominente en las élites sociales de América y Europa, asistiendo a prestigiosos eventos. Fue en uno de esos encuentros donde conoció al escultor francés Frédéric Bartholdi, quien, fascinado por su belleza y personalidad, decidió inspirarse en ella para el rostro de la Estatua de la Libertad.
Bartholdi, impresionado por su viaje a Estados Unidos y por el dinamismo del país, ya había comenzado a diseñar una colosal estatua que simbolizara la independencia de los Estados Unidos, un regalo de Francia para conmemorar el centenario de su independencia. Así surgió la icónica figura femenina con una antorcha en una mano y una tablilla en la otra, representando los ideales de libertad.
Isabella Boyer, quien más tarde se casaría por tercera vez con Paul Sohège, un renombrado coleccionista de arte, falleció en París en 1904 a los 62 años. Aunque descansa en el cementerio Passy, su rostro sigue vivo en la Estatua de la Libertad, que se alza majestuosa en la isla Bedloe como símbolo del orgullo y la libertad estadounidense.