Última semana de «Sunday» de Carsten Höller en el Tamayo

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Por: Ada Perdomo

 

Basándose en su formación como entomólogo, Carsten Höller, concibe al museo como una especie de laboratorio para explorar los estados de percepción, evocando constantemente a la noción de experiencia. Conocido por combinar lo lúdico y lo inquietante en el contexto institucional, Höller pone en contacto lo ilusorio con la vida cotidiana, ayudado por sutiles estímulos ópticos y acústicos que provocan lapsos de incertidumbre o desorientación momentánea.

Carsten Höller llega por primera vez a México, con con su exposición Sunday, en el Museo Tamayo, una adaptación de su icónica colección Alucinaciones. La exposición se inauguró el 29 de marzo y concluye el 30 de junio de este año.

Sunday comprende un laboratorio de alucinaciones efímeras que oscilan entre la exploración del espectador con su entorno y consigo mismo por medio de las 23 piezas. El visitante puede elegir el inicio de su recorrido entre dos opciones: Six Sliding Doors (Seis puertas corredizas), un pasillo de puertas de espejo que genera interrupciones del reflejo del visitante, funciona como una posible entrada y Decision Tubes (Tubos de decisión), pieza concebida especialmente para la arquitectura del museo. Se trata de una estructura de metal y red suspendida sobre el patio central que conecta diferentes partes del edificio normalmente inaccesibles para el público. Con esta instalación, Höller busca desarticular temporalmente la concepción general que el visitante tiene del edificio del Museo Tamayo y de su dinámica usual.

Sunday se conforma por reiteraciones de obras pasadas de Höller que incluyen pinturas y obras olfativas, además de una reciente serie de Upside-Down Goggles (Goggles invertidos), pieza que funciona como una herramienta de desorientación con la que los visitantes pueden observar la pieza Two Roaming Beds (Grey) [Dos camas deambulantes (Grises)], en la que dos camas tipo hospitalarias, deambulan mecánicamente en la sala con dos plumones de color rojo y azul que marcan en el piso sus caóticos recorridos.

Por su parte, Double Neon Elevator (Doble elevador de neón), genera patrones de luz en cascada que dan sensaciones de movimiento, a su vez, observados a través de las cámaras móviles, genera una sensación de cambio de color de verde fosforescente a morado neón.

Una nueva versión de 7,8 Hz (Vitrine With Golden Fly Agaric Mushrooms), una vitrina con hongos agáricos en yeso bañados en oro, es mostrada en conjunto con Light Wall (Muro de luz) y Gelbrün (Verde-amarillo), para provocar rápidos efectos alucinatorios visuales y auditivos que llegan a influir en el estado de ánimo, aunque en esta sala la vitrina de cristal parece no tener una conexión directa con el muro de luces y rompe con la armonía del mismo, ya que en exposiciones pasadas, Light Wall está montada con sillas para que el espectador se siente a observar la pieza. Y Gelbrün es una pequeña proyección en una parte de la sala que la mayoría de los visitantes pasan desapercibida y está más cerca de ser relacionada con Pill Clock (reloj de pastillas), cuyo elemento principal son pastillas bicolor regadas por el piso, las cuales pueden ser ingeridas por el público (no contienen ningún medicamento y/o alucinógeno) .

Light Wall, Upside-Down Goggles y un poco Double Neon Elevator, son las piezas que logran inducir una condición neurológica desorientadora que afecta de manera momentánea tu percepción, logrando desorientar durante unos instantes. Six Sliding Doors y Decision Tubes tienen la única función de ser accesos expectantes.

Cabe destacar que en la página oficial del Museo Tamayo, aseguran que dentro de la exposición también se encuentra la escultura Giant Triple Mushroom (Triple hongo gigante), instalada encima del museo y dicha pieza no está expuesta.

En Milenio, la crítica de arte, Avelina Lésper, juzgó la muestra como una “kermés”, ideal para los curadores, académicos universitarios, críticos a los que sus sedentarios cuerpos y anquilosada cultura les niega gozar de un parque de diversiones.

Sunday es una exposición muy escasa, a comparación de lo que en realidad comprende el mundo alucinógeno de Höller (hongos gigantes colgando del techo, salas gravitatorias, carrusel intermitente, entre otros), pero logra generar sensaciones alucinógenas momentáneas que desequilibran los sentidos, redefine el espacio y demuestra que el arte contemporáneo puede suceder y ser percibido individual y colectivamente, en distintos momentos y lugares.

 

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