En este escenario, Arthur conoce a Harley Quinn, interpretada por Lady Gaga. Su relación con Quinn se convierte en un catalizador para su transformación de nuevo en el Joker, el criminal impredecible y despiadado. Gaga, por su parte, presenta una versión muy distinta de Harley, más oscura y compleja que la interpretación de Margot Robbie en las películas anteriores de DC. A lo largo de la película, vemos cómo Harley juega con la mente de Arthur, empujándolo a dejar de ser el hombre roto que conocimos y convertirse nuevamente en el colorido, caótico y violento.

Uno de los aspectos más singulares de esta secuela es su giro hacia lo musical, una herramienta que Todd Phillips utiliza para representar las fantasías de Arthur, quien “escucha la música que lleva dentro”. Sin embargo, este elemento es arriesgado. En algunas escenas funciona a la perfección, añadiendo profundidad a la psicología del personaje, pero en otras puede sentirse un poco fuera de lugar, lo que podría dividir a la audiencia. Aun así, las secuencias musicales son visualmente impresionantes y están acompañadas por la magistral banda sonora de Hildur Guðnadóttir, cuya música eleva cada escena y añade un toque emocional y visceral que difícilmente se puede.

La película también cuenta con una cinematografía deslumbrante. Lawrence Sher, el director de fotografía, juega con los colores y la iluminación para diferenciar entre los momentos de fantasía y realidad en la mente de Arthur. Las escenas, como las sombrillas de colores que aparecen bajo la lluvia o los brillantes focos que anuncian la llegada del Joker, son un espectáculo visual que contrastan con la oscura temática.

Otro punto destacado es la relación entre Phoenix y Gaga, quienes logran una química impresionante en pantalla. Aunque la película gira en torno a la lucha interna de Arthur entre su naturaleza violenta y sus deseos de encontrar la paz, Harley se convierte en una pieza fundamental en ese conflicto. Su personaje, conocido como “Lee” en la película, es retorcido y complejo, y aunque su participación es destacada, da la sensación de que aún no ha alcanzado su máximo potencial, lo que sugiere que quizás necesite más tiempo en pantalla.

Por otro lado, la película no teme tocar temas polémicos, como la fascinación por los criminales y la cultura de los fans tóxicos. En varias escenas, podemos ver a ciudadanos de Gotham apoyando al Joker y cometiendo actos de violencia en su nombre, sin reconocer que están siguiendo a un asesino trastornado. Aquí, Joker: Folie à Deux hace una crítica hacia el sensacionalismo mediático y la obsesión con el true crime, usando como referencia la historia de Ted Bundy, cuya relación en prisión inspiró parte de la dinámica entre Arthur y Harley.

El final es probablemente lo más impactante de la película. Lejos de ser una simple continuación, Joker: Folie à Deux da un giro que cambia completamente lo que pensábamos que sabíamos sobre Arthur Fleck y su alter ego. Aunque este desenlace puede frustrar a algunos, sobre todo a quienes esperaban más de la colaboración entre Phoenix y Gaga, también abre la puerta a un futuro desconocido y potencialmente fascinante para este universo.

En conclusión, Joker: Folie à Deux no es mejor que su predecesora, pero tampoco necesita serlo. Ofrece un viaje distinto, visualmente espectacular y emocionalmente desafiante, que seguramente dará mucho de qué hablar entre los fanáticos del personaje y los amantes del cine en general. Es una película que toma riesgos, y aunque no todos estos riesgos paganos, aquellos que lo hacen resultan en una experiencia cinematográfica única.