Luca Guadagnino lo ha vuelto a hacer. El director que conquistó a la crítica y al público con el romance gay Call Me by Your Name (2017)

Desde el polémico remake del clásico de terror Suspiria (2018) hasta el romance caníbal Bones and All (2022), Guadagnino ha transitado caminos arriesgados. Ahora, con Queer , el péndulo creativo se inclina nuevamente, dividiendo opiniones y provocando intensos debates.

Basada en la novela semiautobiográfica de William S. Burroughs, Queer relata la vida de un adicto a la heroína que vaga sin rumbo por la Ciudad de México en los años 50. La cinta navega entre el desasosiego existencial de su primera mitad y una conclusión que mezcla de horror corporal y delirio psicodélico. Con una estética opulenta y fragmentada, Guadagnino parece desafiar las expectativas tanto de sus seguidores como de sus críticos.

Dividiendo opiniones

La recepción de Queer ha sido polarizante, especialmente entre la comunidad LGBTQ+. Algunos critican la interpretación “aburguesada” de Burroughs, señalando que Guadagnino suaviza su carácter sombrío detrás de una estética cuidadosamente curada. Otros, fascinados por su ritmo deliberado y escenas oníricas, destacan su capacidad para plasmar visualmente la complejidad de amar y destruir.

Entre los momentos más comentados se encuentran dos secuencias surrealistas: un ballet narcótico protagonizado por Daniel Craig y Drew Starkey, y una explosión psicodélica que culmina en un violento acto simbólico. Estas escenas encapsulan la idea de que “cada hombre mata lo que ama”, un tema central en la narrativa.

Una visión estética del caos.

Fiel a su estilo, Guadagnino dota a Queer de su característico «toque»: escenarios meticulosamente decorados, vestuarios impecables y una obsesión por las superficies. Sin embargo, la película rompe con su tendencia hacia lo romántico y lo bello al explorar una narrativa más oscura y desarticulada.

Aunque el director describe la película como una exploración de la conexión y el amor, lo que realmente resalta es su tensión entre el deseo, la autoconfesión y el aislamiento. Como señaló el escritor Ira Silverberg, la película parece hecha para “maricones elegantes que quieren ir a los barrios bajos”. Una descripción que refleja tanto la estética como las contradicciones del filme: lujo y sordidez, orden y caos.

Entre el cine de autor y la provocación

En comparación con otras adaptaciones de Burroughs, Queer es menos explícita en su representación del descenso a los infiernos de la adicción. Guadagnino evita el tono crudo de obras como Trainspotting , presentando en cambio a un protagonista cuya adicción parece casi estilizada. Este enfoque ha sido criticado por algunos como superficial, pero otros lo interpretan como un reflejo de la distancia emocional y el vacío existencial de Lee, el personaje principal.

Uno de los momentos más impactantes de la película es una secuencia ambientada en la selva, donde Lee y su joven obsesión toman ayahuasca. A través de imágenes caleidoscópicas, los personajes se funden y desintegran, simbolizando la fragilidad del deseo y la soledad ineludible del protagonista.

Un legado dividido

Queer no es una película diseñada para agradar a todos, y esa parece ser precisamente su intención. Guadagnino ha creado una película que provoca, desconcierta y, sobre todo, divide. Para algunos, es una obra maestra; para otros, una extravagancia pretenciosa. Como dijo el icónico cineasta John Waters, quien la incluyó en su lista de favoritas del año: “Si los homosexuales de hoy fueran así de radicales, yo mismo sería un homosexual mucho más feliz”.

Con Queer , Guadagnino reafirma su lugar como un director que no teme desafiar los límites del cine queer, ofreciendo una obra que, aunque imperfecta, permanecerá como un punto de referencia en el diálogo cultural contemporáneo.