Por. Mar L.D.
20 de Marzo 2025
Yves Saint Laurent no solo revolucionó la alta costura, también rompió moldes e impuso nuevas reglas de elegancia. Su legado está marcado por piezas que definieron épocas y empoderaron a la mujer con una mezcla perfecta de sofisticación, rebeldía y estilo atemporal. Aquí repasamos cinco de sus diseños más icónicos:
- Esmoquin femenino (1966)
Más que un esmoquín, fue una declaración de poder femenino. Saint Laurent adaptó esta prenda tradicionalmente masculina al cuerpo de la mujer, con una silueta elegante, sobria y absolutamente sensual. «Le Smoking» fue un escándalo en su época, pero hoy es un símbolo de empoderamiento y una pieza clave del armario moderno.

- La sahariana (1968)
Inspirada en las chaquetas militares y de safari, la sahariana de YSL combinó lo utilitario con lo chic. En lino, algodón o seda, marcaba la cintura y se usaba con botas altas o sandalias. Fue una de las primeras prendas en jugar con el concepto de “prêt-à-porter” con alma de alta costura.

- El vestido Mondrian (1965)
Este diseño de líneas y bloques geométricos de color está inspirado en las obras del pintor Piet Mondrian. Fue una fusión impecable entre arte y moda, y se convirtió en una de las piezas más reconocibles del siglo XX. Un ejemplo perfecto del enfoque cultural y vanguardista de Saint Laurent.

- La blusa con lazo o «lavallière» (1968)
Reinterpretando los códigos del vestuario masculino, YSL introdujo esta blusa fluida con un gran lazo al cuello, ideal para mujeres que querían lucir femeninas sin renunciar a la fuerza visual del traje. Esta prenda se volvió sinónimo del estilo ejecutivo chic.

- El traje sahariano de noche (1970)
Una evolución glam de la clásica sahariana, llevada a escenarios nocturnos con telas brillantes, bordados o seda. Representa la dualidad que tanto le gustaba explorar al diseñador: funcionalidad y lujo, sobriedad y sensualidad.
Saint Laurent no solo visitó a la mujer moderna la ayudó a existir con más libertad, seguridad y estilo. Su legado sigue vivo en cada blazer estructurado, cada silueta andrógina, y en ese equilibrio entre lo clásico y lo provocador que define el buen vestir.