Santiago.- No hay otra forma de decirlo: la exigencia de una nueva constitución, para sustituir a la de Augusto Pinochet y terminar con el neoliberalismo en Chile, arrasó con cerca de un 80 por ciento de respaldo frente al «rechazo», en un plebiscito que supone el fin de la impronta neoliberal que rigió los destinos del país en los últimos 40 años.
Al cierre de esta edición y con 93 por ciento de las mesas escrutadas, la aprobación sumaba 78 por ciento de respaldo; mientras que la disyuntiva entre el órgano que redactará la nueva Carta Magna, se resolvía abrumadoramente por 79 por ciento a favor de una «convención constitucional» cuyos integrantes sean 100 por ciento electos por la ciudadanía.
Votó la mitad de los casi 15 millones de electores habilitados, un poco más de 7 millones.
Exactamente un año después de que millones de chilenos marcharan por las calles del país expresando su indignación frente al estado de situación —léanse paupérrimas pensiones, bajísimos salarios, altos costos del transporte, abusos de precios en los bienes esenciales, ausencia de derechos sindicales, privatización de los derechos sociales y mucho más—, esa multitud aplastante transformó su indignación volcándose a las urnas de manera apabullante.
Una mujer de la modesta y rebelde población de Lo Hermida, en la comuna de Peñalolén de Santiago, sistemáticamente reprimida por el gobierno de Sebastián Piñera en los doce meses de rebeldía social, resumió los sentimientos que expresó la aplastante votación.
«¿Qué espero? Espero un país mejor —dice mientras se emociona y llora—; espero un país para ti Rayén (se dirige a la hija que la escucha) y para mi futura nieta que viene y nietos y para mis vecinos chiquititos. Espero lo mejor, por eso estoy votando, quizás yo no vea ningún cambio, pero estoy feliz de haber venido a votar y ojalá mucha gente más como yo pueda ejercer su voto y gritar «hasta aquí nomás llegamos», que basta de abusos, abusos de poder en todas cosas. Espero un país para los mapuches como yo, quiero que seamos respetados y quiero que nosotros también respetemos, quiero para mi futura generación eso, lo mejor, aunque yo no vea nada de eso, pero lo quiero para la Rayén y si tengo que salir a luchar ahí estaré».
Sus palabras, pronunciadas entre lágrimas, son un desafío para la política, absolutamente fracasada en resolver las urgencias sociales.
Conforme se difundían los resultados y caía la noche, miles se reunieron en la Plaza Dignidad de Santiago y en centenares de otras ciudades de Chile para celebrar, expresando una alegría colectiva que apenas se remonta a 1988, cuando en otro plebiscito la sociedad chilena dijo «No» a la continuidad de la dictadura de Pinochet.
«En torno a 77 por ciento de los chilenos dijeron sí a una nueva Constitución y que ésta sea redactada en una convención íntegramente elegida, paritaria entre hombres y mujeres y con escaños para pueblos indígenas. Se abre así un inédito escenario constitucional. Será en el caso chileno y según su historia constitucional la primera Constitución redactada en democracia», comentó el politólogo Ernesto Águila, académico de la Universidad de Chile.
«La Constitución que hoy fue derrotada fue escrita bajo la dictadura y tenía como característica hacer impermeable el modelo neoliberal», pero ahora lo sucedido «conduce a revisar el modelo económico y social chileno», explicó.
«El resultado deja al gobierno de Piñera en una situación delicada. Aunque algunos de sus ministros habían manifestado su adhesión a cambiar la Constitución previendo una derrota, el grueso de la derecha se la jugó por el «rechazo». La protesta social tampoco parece que vaya a disminuir con el resultado y antes de conocerse los resultados miles de personas se reunían en la mítica plaza Dignidad.
El plebiscito se hizo en medio de la pandemia del Covid-19 y pese a las medidas sanitarias, ello pareció influir en una menor participación de los adultos mayores. Eso se suplió con una amplia participación de jóvenes que votaban por primera vez.
Mauricio Morales, académico de la Universidad de Talca, destacó que la opción «Convención Constitucional» obtuviera 79 por ciento de apoyo, incluso más alta que Sí. «Sorprendió la alta votación que dirimía entre una convención íntegramente elegida y una con composición mixta con parlamentarios, creo que el resultado debe interpretarse como un fuerte castigo a la clase política chilena.
También parece haberse producido un recambio generacional, con una participación más elevada de los jóvenes de entre 18 y 24 años, que participaron en 30 por ciento en 2013 y 35 por ciento en 2017, cifra que se elevó en torno a 50 por ciento.
«Estamos frente a un recambio generacional no menor y el plebiscito cumplió con sacar a los jóvenes de la casa, algo que no hizo ninguna elección anterior», destacó Morales.
Por otra parte, lo más importante parece ser la disminución de las brechas de participación entre los segmentos más ricos y pobres, lo cual es «una excelente noticia, dado que la participación desigual se traduce en representación desigual, y en este caso los datos muestran un incremento de participación de los sectores más pobres».
«Hay una corrección del sesgo de clase que ha acompañado los procesos lectorales y que se profundizaron con el voto voluntario», dijo.
(La Jornada)