Si bien se ha aprendido que el confinamiento es un lujo de clase, nadie está exento del riesgo de contagio. Eventos deportivos, culturales, gubernamentales, empresariales y educativos han sido pospuestos o cancelados definitivamente para evitar la conglomeración y propagación masiva.
La fe tampoco se salva. Hace un par de días, la Iglesia del Sagrado Sepulcro de Jerusalén cerró sus puertas por primera vez desde 1349 a causa, en aquella ocasión, de la peste negra. De igual manera, el papa Francisco celebró una misa ante una Plaza de San Pedro desierta y las peregrinaciones a La Meca, en vísperas del Dhuʻl-Hijjah, han sido suspendidas y controladas.
En muchos casos, las instituciones religiosas han optado por migrar, parcial o totalmente, a la digitalidad. En lo que respecta a la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús, se ha llevado a cabo la celebración de rituales, sobre todo el sacramento de la eucaristía, de manera virtual a través de su página web (https://es.jesuits.org/nosotros) y redes sociales.
Como reflexiona el Mtro. Manuel Silva de la Rosa, coordinador del Programa Universitario Ignaciano (PUI) de la IBERO Puebla, el reto que tiene el ámbito eclesial es generar vínculos en los que se pueda transmitir mensajes específicos de esperanza e interpretación de lo que Dios nos quiere decir con esta pandemia.
REVES: Solidaridad Comunitaria
Redes Vecinales de Solidaridad (REVES) es una iniciativa lanzada por Jesuitas por la Paz, un apostolado interesado en la respuesta a la realidad en contextos de violencia, cuya intención es generar vinculaciones con el mundo para la construcción de la paz y la justicia.
Esto responde al plan estratégico de la Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL), el cual tiene que ver con tres pilares fundamentales:
- Formación integral e inclusiva: la calidad académica y la excelencia humana están referenciadas en la adquisición de conocimientos y la preparación para incidir en la realidad.
- Promoción de la fe y la lucha por la justicia: entender que la espiritualidad existe para abrir los ojos ante la realidad y reconciliarnos con Dios, los seres humanos y la naturaleza.
- Cultura de generosidad, solidaridad y respeto a la diversidad.
A través de una guía disponible para su descarga e impresión, se busca ofrecer una mirada práctica de la solidaridad en tiempos de suma necesidad: “Si nos vinculamos desde la vulnerabilidad y el cuidado del Otro podemos generar un cambio”, explica Silva de la Rosa.
La guía incluye alternativas de apoyo concreto a las personas más vulnerables, medidas de cuidado y relación con los demás. Igualmente, enfatiza la importancia de la conciencia personal y comunitaria al tiempo que sugiere la reflexión sobre nuestra existencia y pinta el camino para construir mecanismos de generosidad.
Dios está en el mundo
Durante la conmemoración anual de la Pasión de Cristo, millones de personas voltean a la tradición religiosa como una manera de fortalecer, redescubrir o conciliar su relación con Dios. “¿Dónde está el Padre amoroso en tiempos de coronavirus?”, se pregunta mucha gente.
Para el Coordinador del PUI de la IBERO Puebla, al encarnar la espiritualidad en los contextos vulnerables, podemos encontrar a un Dios de la vida comunitaria. “No podemos quedarnos con los brazos cruzados. Al vincular la espiritualidad con la realidad, podemos dar una respuesta y, desde ahí, encontrar a Dios”.
“El apoyo no tiene que ver solo con cuestiones económicas, sino con asuntos emocionales y afectivos. En el ámbito comunitario, podemos monitorear cómo nuestros vecinos y vecinas están viviendo estas circunstancias”: Mtro. Manuel Silva de la Rosa
Las dinámicas cambian, pero el ejercicio de la espiritualidad individual y colectiva se mantiene vigente y más pertinente que nunca. Para la Compañía de Jesús, la intención va más allá del adoctrinamiento: se trata de construir caminos hacia un mundo más humanizante.
Estos tiempos, indica el Mtro. Manuel Silva, nos pueden ayudar a reflexionar sobre la diferencia entre espiritualidad y religiosidad, siendo esta última “el cultivo con nosotros mismos y la forma en que nos relacionamos con las cosas: mi modo de ser y estar en la vida”.
Asimismo, debemos reconocer lo que hemos hecho mal a nivel colectivo. Las prácticas capitalistas han marginado a diversos grupos sociales, situación llevada a primer plano por la contingencia. El académico invita a reflexionar por qué no éramos capaces de ver estas diferencias y qué podemos hacer para que, cuando la cuarentena acabe, hagamos mucho más que volver a la normalidad.