Estudiantes enfrentan condiciones difíciles pero enriquecedoras al atender a pacientes de escasos recursos: se sensibilizan al experimentar otra realidad
Pernoctar en tiendas de campaña, en sacos de dormir en el suelo, o comer lo que la comunidad ofrece -a veces solo pan y café o un caldo de pollo-, es parte de la invaluable experiencia de vida que obtienen los futuros profesionales de la salud durante los viajes que realizan en las Jornadas Médicas de la Facultad de Medicina de la BUAP, en las cuales atienden a pobladores que viven en comunidades marginadas del estado de Puebla.
Enfrentar a los estudiantes a la realidad de la práctica profesional en sitios a veces inhóspitos de la Sierra Norte, la Mixteca, o en poblaciones apartadas de municipios como Tehuacán, Tecamachalco o Tepexi de Rodríguez, es lo que se realiza desde hace más de dos décadas para fomentar el humanismo en la medicina, a través de la Coordinación de Tutores de esa unidad académica.
Las jornadas, que se efectúan una vez al mes, a veces más, tienen como objetivo tratar la salud de la población en sus propias comunidades, donde un grupo de alrededor de 50 personas -médicos, estudiantes, personal de urgencias, radioterapia y residentes del Hospital Universitario de Puebla- brinda servicios de ginecología, pediatría, fisioterapia, estudios de glucosa, colesterol, triglicéridos, electrocardiografía y de VIH, entre muchos otros, explica Manuel Ángel Enríquez Alarid, coordinador de Tutores de la Facultad de Medicina.
“Lo que se busca es la atención de la población de escasos recursos, por un lado, y por el otro que los estudiantes que van a las jornadas se integren a la actividad desde el punto de vista médico-paciente y que vean la realidad de su teoría y sus conocimientos enfrentados a la práctica, apoyados en la revisión de los casos por docentes de la facultad o compañeros médicos que tienen ese sentido altruista de atención a la gente”, señala.
El coordinador de las Jornadas Médicas de la Facultad de Medicina recalca que la labor social de esta actividad implica un ganar-ganar tanto para la comunidad que se visita, como para los estudiantes, que obtienen una valiosa experiencia en la interrelación y comunicación con los pacientes.
“Los jóvenes deben ser propositivos; entender que vamos a ayudar, pero sobre todo que van a aprender; sabrán la necesidad y la importancia de dar un servicio de calidad a estos pacientes. Esta es nuestra idea, buscamos que nuestros estudiantes sean mejores personas. Si son mejores personas y tienen esta preparación, estamos seguros que van a ser excelentes profesionales, así como Universidad estaremos ingresando gente de bien en cualquier lugar”, añade.
Al concluir la jornada, la cual se realiza una vez al mes como mínimo y dura entre tres o cuatro días, la satisfacción por el trabajo realizado da paso a la nostalgia y a la reflexión, ya que los futuros médicos obtienen algo mucho más grande que solo la práctica de sus conocimientos: ganan sensibilidad en el trato con sus pacientes al experimentar esa otra realidad, rural, a veces difícil, y tan lejana a la que existe en la gran ciudad, comenta el doctor Enríquez Alarid.
“Que al final nos despidan con cierta nostalgia es muy bonito, hay mucho de humanidad en esta parte del trabajo de campo; independientemente del aprendizaje médico, se practica el humanismo en la medicina, que pienso que se está perdiendo en la urbe por la necesidad de atender más pacientes en menos tiempo y con menos recursos. El que saluden o dediquen canciones a través de la radio comunitaria a la BUAP, a la Facultad de Medicina y al de blanco -el médico- es lo satisfactorio, no hay nada más grande que un gracias de la comunidad”.
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